martes, 27 de julio de 2010

La copa se mira y no se toca

En el año ´86 Argentina gana la copa del mundo. Como siempre que esto pasa, el trofeo viaja por unos días al país ganador donde se hacen los festejos pertinentes y luego vuelve a la sede central de la FIFA donde queda guardada por otros 4 años. El tema es que la copa del mundo es deseada por coleccionistas y ladrones de alto vuelo (de hecho en el noventayalgo la original fue robada en Brasil)  y alguien se tiene que encargar del transporte. Aquella vez le tocó a Juncadella, transportadora de caudales donde mi viejo trabaja desde el año ´82. Yo era chico y sólo me acordaba de que me habían sacado una foto con la imitación de la copa que se exponía en el garage de la empresa. Le pregunté a mi viejo si sabía dónde andaba esa foto (no sé cómo se me ocurrió preguntarle esto a alguien de sexo masculino). Obviamente no encontré la foto, pero sí una anécdota.
Cómo ya dije Juncadella fue la encargada de transportar el Trofeo de la Copa Mundial de la FIFA dentro de Argentina y a pesar del renombre de la empresa parece que la organización no fue muy buena. En el avión en que traían el trofeo viajaban el original y varias copias. Al llegar a Buenos Aires el caos era tal que ante la posibilidad de un robo fue una réplica la que recorrió el circuito oficial, guardada tras una vitrina y rodeada de agentes. Mientras tanto la otra, la verdadera, era cargada sin mucha pompa envuelta por la campera de uno de los directivos de la empresa que se la llevó cómo si fuera parte de su equipaje. Al salir del aeropuerto, entre el apuro y la mala organización el tipo deja la campera en el asiento de atrás de uno de los autos y cuando se va a subir un oficial le indica que su auto era el de adelante. Sin poder ni chistar, porque Ezeiza era un hervidero, evalúa rápido la situación y decide hacer caso y tomar ese coche. Al llegar a destino la desesperación arrebató al directivo que en el apuro dejó caer la copa al sacarla del asiento y se le rompió un poco el borde inferior de malaquita.  Ante esta situación se debió hacer uso de un recurso destinado sólo a momentos de desesperación y apremio: la gotita. Sí señores, lo pegaron con la gotita. Por suerte para todos ni el pedazo salido era tan grande ni estaba en un lugar tan visible, pero ahí quedó. Y así se exhibió. Porque mi viejo me contó que en realidad, el dueño de la empresa (con el que siempre se llevó bien), le confesó que era la original la que estaba expuesta ese día. El día en que me saqué una foto con la copa del mundo pegada con la gotita.

No hay comentarios: