domingo, 11 de julio de 2010

La puta que lo parió (libro de quejas)

En el bondi uno siempre puede encontrarse con una serie de personajes nefastos, empezando muchas veces por el colectivero, pasando por el que se queda parado delante de la máquina cuando hay lugar atrás y llegando incluso hasta el que amaga con bajarse constantemente. Sin embargo esta vez me quiero referir a un personaje mucho más siniestro que todos los otros porque su apariencia no delata nunca sus fines más que para el ojo atento: la vieja roba asientos. Y no me refiero a una señora mayor o con dificultades para mantenerse parada, sino a esa mujer de alrededor de 50 años que siempre se cree con más derecho a un asiento que cualquier otra persona a su alrededor. Estas señoras, siempre de aspecto semejante al de una directora de escuela primaria, recurren a un sinnúmero de recursos para conseguir o mantener un asiento. A continuación algunas de ellas:

* La de la bolsa. Para conseguir asiento se acerca hasta alguna presa sentada, se cuelga una bolsa de la muñeca y se toma del respaldo del asiento ubicado adelante del deseado con la misma mano. El rítmico movimiento del colectivo se encarga de descargar golpes de bolsa sobre la rodilla externa del ocupante del asiento, quien después del trigesimosexto golpe decide finalmente cederlo.

* La del culo. La habilidad de este personaje puede confundirse con un sexto sentido capaz de detectar al primero que se va a bajar y ubicarse cerca. Sin embargo su arma es su propio y omnipresente culo que en verdad ocupa todos los lugares y por ello es siempre oportuno. Esta mujer además sabe cómo utilizarlo, ganándole a uno terreno con sus nalgas, de manera que cuando la víctima se va a bajar ella ya está mejor ubicada.

* La ninja. Este apacible y atento ser tiene una habilidad que lo exime de la especulación. Su destreza física en estado normal apenas le permite levantar el culo para subirse al colectivo por sí mismo, pero en cuanto se libera un asiento una fuerza y agilidad sobrehumanas se apoderan de su cuerpo permitiéndole las contorsiones y saltos más inesperados, muchas veces acompañados por un grito de guerra capaz de dejar seco al más valiente.

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